En esta entrada escribiré sobre una de mis pasiones que me ha acompañado durante buena parte de mi vida: el aprendizaje de idiomas. Como este blog es un medio dado a darle rienda suelta a mis mariconerias nostálgicas y autobiográficas, empezaré por contar cómo me inicié en este pasatiempo, aclarando que al principio no era cuestión de pasatiempo, sino de mera necesidad.
Tenía yo ocho años cuando un día mi papá nos dijo que nos mudaríamos toda la familia (mi mamá, mis hermanas Patricia y Vanessa, y yo) a Estados Unidos a fin de aprender inglés. Para ese entonces, me acuerdo que había un curso de inglés americano en la casa que venía en un maletín que contenía los libros del curso y varios audio-cassettes, publicado por una compañía llamada Linguaphone.
No sé si un niño de 8 años como yo le podía sacar mucho provecho a estos materiales de aprendizaje. Vienen a mi mente oleadas de recuerdos cuando ojeaba estos libros, con sus ilustraciones, su característico olor, los audios de las lecciones y mis ensoñaciones cuando me imaginaba como sería la vida en otro país, hablando otro idioma, en otra escuela, con nuevos amigos del colegio...
Llegando a la víspera del viaje a los EEUU, decidí hacer un "inventario" de las palabras en inglés que conocía: eran en total 134, me acuerdo. Sabía incluso entonces que con eso era insuficiente para defenderme sólo en inglés. Llegué al pueblo de Gainesville, Florida en julio de 1981, cuando tenía ya 9 años.
Ese verano, mientras no iba al colegio aún, todo era fenomenal. Conocí a una familia de vecinos, los Camacho, que eran de Colombia. Guillermo y María Pía Camacho eran más o menos de la edad de mi hermana Patricia y yo. Recuerdo los paseos que haciamos en bicicleta, con mi bicicleta Schwinn de estreno, cerca de la casa, los baños en la piscina de la casa de los Camacho y puesto que los Camacho hablaban español, no había sufrido aún mi primer choque lingüístico. ¿Cómo no iban a ser agradables mis recuerdos de aquél verano?
Pero todo tiene su fin y pronto llego el primer día de clase. Me habían inscrito en una escuela bilingüe, por lo menos así me dijeron mis padres. Pero había muchas dudas en mi cabeza: ¿cómo iba a hacer en clase si no entendía nada? ¿cómo iba a poder funcionar en un colegio, en un país extraño, con otro sistema, donde ni siquiera hablaba el idioma?
Y así me lanzaron a mi primer día de clase en el salón de 4to grado de Mrs. Bynum, en la Duval Elementary School. Resultó ser que la Duval no era una escuela bilingüe como me la había imaginado, donde los maestros y algunos niños hablasen español. No, toda la clase era en inglés. Todos los compañeros de clase hablaban en inglés y ninguno hablaba español.
Me recuerdo que había en mi salón un niño llamado Khalid, que tampoco hablaba inglés. Mrs Bynum nos ponía a los dos a jugar damas chinas, cosa que podiamos hacer bastante bien sin hablar inglés. Por su aspecto, yo pensaba que Khalid era latino y le hablaba en español, incluso le decía groserías, pero nunca me contestaba, lo cual atribuía a timidez o introversión. De todas formas eso no afectaba nuestras partidas de damas, las cuales él siempre ganaba, yo me arrechaba y le soltaba más groserías.
De resto, la clase para mi consistía en copiar lo que hacían los otros niños hasta donde podía: abrían el libro de matemáticas a la página tal y lo mismo hacía yo. Matemáticas, por cierto, era la única asignatura que entendía, de resto, oír a la maestra y a los demás niños en clase era como cuando los niños en las comiquitas de Charlie Brown escuchaban a los adultos hablar: wa wah waah wah wa...
A decir verdad, Duval si tenía un programa de educación bilingüe. Consistía en una hora de clase ciertos días de la semana con una maestra tutora. No me acuerdo de su nombre, pero era una señora americana muy bondadosa y paciente que hablaba español. En todas las clases, la bombardeaba a preguntas: ¿qué significa esto? ¿cómo se dice en inglés aquello?
En esa hora de clase bilingüe, estudiaba con libros de lectura correspondientes a niños de preescolar. Me recuerdo que eso no me avergonzaba: afortunadamente tenía ya claro que para aprender un idioma nuevo, tenía que empezar desde cero y también en mi casa veía bastante Plaza Sesamo y Mr Rogers Neighborhood, programas de televisión que para un niño de nueve años, serían considerados muy infantiles. Gracias a esto, pude aprender inglés muy rápidamente, como lo exigían mis difíciles circunstancias.
De hecho, con mi inseparable diccionario de bolsillo inglés-español, había aprendido a buscar palabras organizadas en orden alfabético, me había familiarizado con los símbolos fonéticos para poder aprender a pronunciar bien las palabras, con ayuda de mi maestra bilingüe, y me era familiar ya ciertas nociones gramaticales como verbos, sustantivos, adjetivos, preposiciones, etc. Por lo tanto, en estos otros aspectos estaba mucho más avanzado con respecto a mis compañeros de salón y pronto los superaría en nivel de lectura de inglés.
En clase bilingüe, por cierto, también se aclararía el misterio en torno a Khalid, que también asistía conmigo pero casi no hablaba ni preguntaba mucho. Resulta que Khalid era egipcio- no hablaba español. Pero conmigo, ya había aprendido a decir algunas frases groseras en español venezolano como "¡No me jodas, huevón!". Jajaja.
Antes de terminar el 4to grado fui transferido a una escuela sin programa bilingüe en donde toda la instrucción y la interacción con los demás compañeros sería completamente en inglés: J.J Finley Elementary School. Ya mi inglés avanzaba a pasos agigantados.
El proceso de aprendizaje de inglés de mi hermana menor Vanessa fue bastante curioso. A sus 3 años, los primeros dos días de clase en maternal me imagino que fueron muy traumáticos para la pobre y lloraba abriendo la bocota como los muñequitos de los Charlie Brown). Pero a los pocos días, regresaba a casa repitiendo a modo de juego lo que ella se figuraba que decían en su escuela: blush guash wish ... Ya una o dos semanas después comenzaba a repetir frases con sentido: "Be quiet", "sit down". Y así, su proceso de aprendizaje del inglés fue mucho más violento y rápido que el mio.
¿Cuales son las reflexiones que puedo hacer sobre esto en torno al aprendizaje de idiomas? Por una parte, la inmersión total en un entorno lingüístico es indiscutiblemente la mejor situación para aprender un idioma. Uno aprende porque sí, por necesidad. La edad es un factor importante pero como explicaré, eso no implica la posibilidad de que un adulto, incluso mayor, no pueda aprender a hablar un otro idioma con fluidez.
Yo tuve la buena suerte de aprender mi segundo idioma a una edad óptima y porque mis padres tuvieron la posibilidad de enviarme a otro país pero creo que se pueden extraer algunas características determinantes de esos dos factores y diseñar un entorno de aprendizaje de idiomas aún sin salir de tu país y siendo adulto.
La inmersión se puede lograr hasta cierto punto rodeándose de recursos audiovisuales en ese idioma. Ver televisión, escuchar audios y canciones en el idioma objetivo y hacerlo una cantidad de horas al día son actividades pasivas de inmersión que uno puede y debe implementar. Aún cuando uno no entienda el idioma o inclusive si no entiende nada, escuchar constantemente audios en el idioma tiene el beneficio de ir acostumbrando el oído a los sonidos del idioma y poco a poco, esos sonidos se van haciendo menos extraños.
Sin embargo, sólo escuchar audios en un idioma es una actividad de aprendizaje pasiva que de por sí sola, no lo llevará a uno muy lejos en el aprendizaje de ese idioma. Para que haya aprendizaje, uno tiene que obligarse a intentar reproducir lo que se intenta aprender, en este caso, repetir uno mismo palabras y frases del idioma.
Escucha parte de un audio varias veces, intenta repetir como un loro lo que escuchaste, grábate a ti mismo repitiéndolo y luego escucha tu grabación. Esto requiere afinar el oído para reproducir fielmente los sonidos y requiere aprender a mover los músculos del aparato vocal de una forma a la cual no estás acostumbrado. Intenta repetir una y otra vez estas frases hasta creer que imiten bastante fielmente el audio modelo que estés escuchando.
Estas cosas se pueden hacer hasta cierto punto sin necesidad de desplazarte a un país donde hablen el idioma que estés aprendiendo. Claro que si tuvieses la posibilidad de tener un tutor que te corrija la pronunciación sería mucho más rápido y efectivo el aprendizaje, pero se puede llegar bastante lejos en crear un entorno de inmersión en tu casa descargando recursos desde Internet.
En especial, sugiero también descargar videos que no estén doblados donde salen modelos reales (no dibujos animados) hablando el idioma, esto afín de fijarse en cómo mueven la boca y los músculos faciales y así intentar repetir todos los gestos del hablante. Estos videos pueden ser reproducidos en el computador a una velocidad más lenta para observar los detalles.
En este sentido (como complemento al desarrollo del oído y la vocalización), el uso del diccionario es importante, sobre todo parea familiarizarse con los símbolos fonéticos y la pronunciación de las palabras. No hablaré aquí sobre la lectura y su papel preponderante en la adquisición del vocabulario, ya que esto lo dejaré para otra entrada. Bastará con mencionar aquí que la lectura es también parte importantísima de la experiencia de inmersión, sobre todo para quienes no aprenden un idioma en el país donde se habla.
He mencionado anteriormente que la edad es un factor importante, pero no por la cantidad de años cronológicos como tal, sino por la actitud con la que uno enfrenta el aprendizaje del idioma. Los niños tienen ventajas sobre los adultos, no porque tengan mayor plasticidad cerebral: más bien se ha demostrado que los adultos también tienen plasticidad cerebral en cierto grado. Los niños aprenden idiomas más fácil porque no tienen complejos ni temor a cometer errores o hacer el ridículo.
Por ejemplo, a mi hermana Vanessa cuando tenia tres años no le importaba balbucear sonidos incoherentes una y otra vez hasta que poco a poco (más bien rápidamente) empezó a pronunciar palabras y frases, pero un adulto no haría eso porque le daría pena. También quizás le daría pena ver programas infantiles y aprender a cantar canciones infantiles. Pero si un adulto abandonase estos complejos estúpidos y se diera licencia para hablar en el idioma así cometa muchos errores, aprendería mucho más rápido. Quizás mucho más rápido que un niño incluso.
Confieso que como adulto me es complicado seguir al 100% mis propias indicaciones sobre la inmersión total y la actitud desenfadada y libre de temor al ridículo en mi aprendizaje de idiomas, entre otras razones porque si me pongo a repetir cosas en voz alta o a cantar canciones infantiles en la regadera, llamaría mucho la atención de mi esposa y de mi hija en la casa. Más sin embargo, he encontrado que cuando me dedico a hacer estas cosas en momentos donde estoy solo y mi vocalización en voz alta no molesta a nadie ni atrae la atención sobre mi, mi aprendizaje del idioma avanza notablemente.
Anécdotas personales
Tenía yo ocho años cuando un día mi papá nos dijo que nos mudaríamos toda la familia (mi mamá, mis hermanas Patricia y Vanessa, y yo) a Estados Unidos a fin de aprender inglés. Para ese entonces, me acuerdo que había un curso de inglés americano en la casa que venía en un maletín que contenía los libros del curso y varios audio-cassettes, publicado por una compañía llamada Linguaphone.


Imágen de un curso Linguaphone de inglés americano en su estuche original a la venta en ebay. El nuestro no sé que se habrá hecho- se perdería en el túnel del tiempo.
Supongo que para la época este tipo de cursos de idiomas era el estado del arte en materia de aprendizaje de idiomas, con todo y audiocassetes, que podias escuchar en un walkman, un dispositivo que también era el último grito en tecnología electrónica. Las lecciones en los libros, que me gustaban mucho por cierto, narraban las aventuras de una familia americana - Mr. Kent, su esposa Kathy y sus hijos adolescentes Laurie y Danny - en distintas situaciones: el aeropuerto, un restaurante, la farmacia, etc. | ![]()
El legendario Walkman de Sony era el abuelo de los iPods.
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No sé si un niño de 8 años como yo le podía sacar mucho provecho a estos materiales de aprendizaje. Vienen a mi mente oleadas de recuerdos cuando ojeaba estos libros, con sus ilustraciones, su característico olor, los audios de las lecciones y mis ensoñaciones cuando me imaginaba como sería la vida en otro país, hablando otro idioma, en otra escuela, con nuevos amigos del colegio...
Llegando a la víspera del viaje a los EEUU, decidí hacer un "inventario" de las palabras en inglés que conocía: eran en total 134, me acuerdo. Sabía incluso entonces que con eso era insuficiente para defenderme sólo en inglés. Llegué al pueblo de Gainesville, Florida en julio de 1981, cuando tenía ya 9 años.

Cruzando el Caribe...
Ese verano, mientras no iba al colegio aún, todo era fenomenal. Conocí a una familia de vecinos, los Camacho, que eran de Colombia. Guillermo y María Pía Camacho eran más o menos de la edad de mi hermana Patricia y yo. Recuerdo los paseos que haciamos en bicicleta, con mi bicicleta Schwinn de estreno, cerca de la casa, los baños en la piscina de la casa de los Camacho y puesto que los Camacho hablaban español, no había sufrido aún mi primer choque lingüístico. ¿Cómo no iban a ser agradables mis recuerdos de aquél verano?

Imagen de mi casa en Gainesville (2028 NW 21st Lane). En la foto aparecemos mi amigo Guillermo Camacho y yo, antes de dar un paseo en nuestras bicicletas con destino desconocido. Pueden buscar esta dirección en Google Maps donde se puede ver cómo luce esta cassa actualmente.
Pero todo tiene su fin y pronto llego el primer día de clase. Me habían inscrito en una escuela bilingüe, por lo menos así me dijeron mis padres. Pero había muchas dudas en mi cabeza: ¿cómo iba a hacer en clase si no entendía nada? ¿cómo iba a poder funcionar en un colegio, en un país extraño, con otro sistema, donde ni siquiera hablaba el idioma?
Y así me lanzaron a mi primer día de clase en el salón de 4to grado de Mrs. Bynum, en la Duval Elementary School. Resultó ser que la Duval no era una escuela bilingüe como me la había imaginado, donde los maestros y algunos niños hablasen español. No, toda la clase era en inglés. Todos los compañeros de clase hablaban en inglés y ninguno hablaba español.
Me recuerdo que había en mi salón un niño llamado Khalid, que tampoco hablaba inglés. Mrs Bynum nos ponía a los dos a jugar damas chinas, cosa que podiamos hacer bastante bien sin hablar inglés. Por su aspecto, yo pensaba que Khalid era latino y le hablaba en español, incluso le decía groserías, pero nunca me contestaba, lo cual atribuía a timidez o introversión. De todas formas eso no afectaba nuestras partidas de damas, las cuales él siempre ganaba, yo me arrechaba y le soltaba más groserías.
De resto, la clase para mi consistía en copiar lo que hacían los otros niños hasta donde podía: abrían el libro de matemáticas a la página tal y lo mismo hacía yo. Matemáticas, por cierto, era la única asignatura que entendía, de resto, oír a la maestra y a los demás niños en clase era como cuando los niños en las comiquitas de Charlie Brown escuchaban a los adultos hablar: wa wah waah wah wa...

A decir verdad, Duval si tenía un programa de educación bilingüe. Consistía en una hora de clase ciertos días de la semana con una maestra tutora. No me acuerdo de su nombre, pero era una señora americana muy bondadosa y paciente que hablaba español. En todas las clases, la bombardeaba a preguntas: ¿qué significa esto? ¿cómo se dice en inglés aquello?
En esa hora de clase bilingüe, estudiaba con libros de lectura correspondientes a niños de preescolar. Me recuerdo que eso no me avergonzaba: afortunadamente tenía ya claro que para aprender un idioma nuevo, tenía que empezar desde cero y también en mi casa veía bastante Plaza Sesamo y Mr Rogers Neighborhood, programas de televisión que para un niño de nueve años, serían considerados muy infantiles. Gracias a esto, pude aprender inglés muy rápidamente, como lo exigían mis difíciles circunstancias.
De hecho, con mi inseparable diccionario de bolsillo inglés-español, había aprendido a buscar palabras organizadas en orden alfabético, me había familiarizado con los símbolos fonéticos para poder aprender a pronunciar bien las palabras, con ayuda de mi maestra bilingüe, y me era familiar ya ciertas nociones gramaticales como verbos, sustantivos, adjetivos, preposiciones, etc. Por lo tanto, en estos otros aspectos estaba mucho más avanzado con respecto a mis compañeros de salón y pronto los superaría en nivel de lectura de inglés.
En clase bilingüe, por cierto, también se aclararía el misterio en torno a Khalid, que también asistía conmigo pero casi no hablaba ni preguntaba mucho. Resulta que Khalid era egipcio- no hablaba español. Pero conmigo, ya había aprendido a decir algunas frases groseras en español venezolano como "¡No me jodas, huevón!". Jajaja.
Antes de terminar el 4to grado fui transferido a una escuela sin programa bilingüe en donde toda la instrucción y la interacción con los demás compañeros sería completamente en inglés: J.J Finley Elementary School. Ya mi inglés avanzaba a pasos agigantados.
El proceso de aprendizaje de inglés de mi hermana menor Vanessa fue bastante curioso. A sus 3 años, los primeros dos días de clase en maternal me imagino que fueron muy traumáticos para la pobre y lloraba abriendo la bocota como los muñequitos de los Charlie Brown). Pero a los pocos días, regresaba a casa repitiendo a modo de juego lo que ella se figuraba que decían en su escuela: blush guash wish ... Ya una o dos semanas después comenzaba a repetir frases con sentido: "Be quiet", "sit down". Y así, su proceso de aprendizaje del inglés fue mucho más violento y rápido que el mio.


El calvario que atravesó mi hermanita en sus primeros días de escuela, ilustrado según Schultz.
Algunas reflexiones en torno a mi experiencia
¿Cuales son las reflexiones que puedo hacer sobre esto en torno al aprendizaje de idiomas? Por una parte, la inmersión total en un entorno lingüístico es indiscutiblemente la mejor situación para aprender un idioma. Uno aprende porque sí, por necesidad. La edad es un factor importante pero como explicaré, eso no implica la posibilidad de que un adulto, incluso mayor, no pueda aprender a hablar un otro idioma con fluidez.
Yo tuve la buena suerte de aprender mi segundo idioma a una edad óptima y porque mis padres tuvieron la posibilidad de enviarme a otro país pero creo que se pueden extraer algunas características determinantes de esos dos factores y diseñar un entorno de aprendizaje de idiomas aún sin salir de tu país y siendo adulto.
Inmersión
La inmersión se puede lograr hasta cierto punto rodeándose de recursos audiovisuales en ese idioma. Ver televisión, escuchar audios y canciones en el idioma objetivo y hacerlo una cantidad de horas al día son actividades pasivas de inmersión que uno puede y debe implementar. Aún cuando uno no entienda el idioma o inclusive si no entiende nada, escuchar constantemente audios en el idioma tiene el beneficio de ir acostumbrando el oído a los sonidos del idioma y poco a poco, esos sonidos se van haciendo menos extraños.
Sin embargo, sólo escuchar audios en un idioma es una actividad de aprendizaje pasiva que de por sí sola, no lo llevará a uno muy lejos en el aprendizaje de ese idioma. Para que haya aprendizaje, uno tiene que obligarse a intentar reproducir lo que se intenta aprender, en este caso, repetir uno mismo palabras y frases del idioma.
Escucha parte de un audio varias veces, intenta repetir como un loro lo que escuchaste, grábate a ti mismo repitiéndolo y luego escucha tu grabación. Esto requiere afinar el oído para reproducir fielmente los sonidos y requiere aprender a mover los músculos del aparato vocal de una forma a la cual no estás acostumbrado. Intenta repetir una y otra vez estas frases hasta creer que imiten bastante fielmente el audio modelo que estés escuchando.
Estas cosas se pueden hacer hasta cierto punto sin necesidad de desplazarte a un país donde hablen el idioma que estés aprendiendo. Claro que si tuvieses la posibilidad de tener un tutor que te corrija la pronunciación sería mucho más rápido y efectivo el aprendizaje, pero se puede llegar bastante lejos en crear un entorno de inmersión en tu casa descargando recursos desde Internet.
En especial, sugiero también descargar videos que no estén doblados donde salen modelos reales (no dibujos animados) hablando el idioma, esto afín de fijarse en cómo mueven la boca y los músculos faciales y así intentar repetir todos los gestos del hablante. Estos videos pueden ser reproducidos en el computador a una velocidad más lenta para observar los detalles.
En este sentido (como complemento al desarrollo del oído y la vocalización), el uso del diccionario es importante, sobre todo parea familiarizarse con los símbolos fonéticos y la pronunciación de las palabras. No hablaré aquí sobre la lectura y su papel preponderante en la adquisición del vocabulario, ya que esto lo dejaré para otra entrada. Bastará con mencionar aquí que la lectura es también parte importantísima de la experiencia de inmersión, sobre todo para quienes no aprenden un idioma en el país donde se habla.
Ser como niños
He mencionado anteriormente que la edad es un factor importante, pero no por la cantidad de años cronológicos como tal, sino por la actitud con la que uno enfrenta el aprendizaje del idioma. Los niños tienen ventajas sobre los adultos, no porque tengan mayor plasticidad cerebral: más bien se ha demostrado que los adultos también tienen plasticidad cerebral en cierto grado. Los niños aprenden idiomas más fácil porque no tienen complejos ni temor a cometer errores o hacer el ridículo.
Por ejemplo, a mi hermana Vanessa cuando tenia tres años no le importaba balbucear sonidos incoherentes una y otra vez hasta que poco a poco (más bien rápidamente) empezó a pronunciar palabras y frases, pero un adulto no haría eso porque le daría pena. También quizás le daría pena ver programas infantiles y aprender a cantar canciones infantiles. Pero si un adulto abandonase estos complejos estúpidos y se diera licencia para hablar en el idioma así cometa muchos errores, aprendería mucho más rápido. Quizás mucho más rápido que un niño incluso.
Confieso que como adulto me es complicado seguir al 100% mis propias indicaciones sobre la inmersión total y la actitud desenfadada y libre de temor al ridículo en mi aprendizaje de idiomas, entre otras razones porque si me pongo a repetir cosas en voz alta o a cantar canciones infantiles en la regadera, llamaría mucho la atención de mi esposa y de mi hija en la casa. Más sin embargo, he encontrado que cuando me dedico a hacer estas cosas en momentos donde estoy solo y mi vocalización en voz alta no molesta a nadie ni atrae la atención sobre mi, mi aprendizaje del idioma avanza notablemente.
Muchas gracias por compartir la experiencia!
ResponderBorrarDefinitivamente aprender idiomas es una pasión y una aventura sin final!
Gracias gran amigo y compañero de aventuras lingüisticas. Esta es solo la primera de una serie de entradas sobre estas experiencias de aprendizaje de idiomas. Vendrán otras y no faltará aquella sobre el famoso reto "bookbox" que traemos entre manos y para la cual espero contar con nuestros videos en los respectivos idiomas.
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